lunes, 26 de enero de 2009

Del Amor y el Querer

Burdamente, malinterpreta el sinonismo al amor como un igual del querer. Siendo cuerpo y espíritu, las personas tenemos la virtud de poder gozar de ambos sentimientos de manera simultánea, siendo en su carácter ambivalentes. El Amor, como sentimiento de entrega es diametral al querer como sentimiento de pertenencia, pero ambos se complementan en la vida, y según el rango jerárquico que se establezca entre ellos, la felicidad se manifiesta entre los seres.

Crece una planta en el suelo mientras que extiende sus raíces, airea la tierra, y llena de vida el espacio que la rodea. Cuanto más radiantes sean los pétalos de su flor, más se embellecerá el terreno que la nutre. El amor, así como el suelo a la flor, sublima la vida de los dichosos que lo disfruta, mientras en su goce se realza quien recibe su atención. La simpleza de su síntesis se basa en el principio de brindarse a su sujeto para acercarlo a la felicidad, y la consumación de éste objetivo es extrapolación de felicidad pura para quien irradia el sentimiento.
Probablemente, su interpretación exceda los límites de la razón, ya que los principios que dinamizan los impulsos del amor, son gobernados por los deseos del corazón; mas la inquieta lógica humana, solo puede desde su yo, concebir los conceptos del querer.

Amar y Querer
Complemento del Alma y el Cuerpo
Dar y Tener
Un Par de Ideas
El Uno y el Otro”
Cuerpo y alma, materia y espíritu, y sobre esto, la vida en el tiempo buscando la felicidad…


Amar, dar para recibir la satisfacción de conseguir en esa entrega la felicidad del prójimo, Querer, para esperar que el objeto que se pretende, sea consecuente con el deseo. Aman quienes primordialmente sienten, quieren quienes primeramente piensan. Siendo sentido y razón, el querer y el amar coexisten en la humanidad; y su graduación distingue las almas de los libres felices de la de los cuerpos de los oprimidos angustiados, pues si la razón induce al sentido, entonces será el amor objeto del querer, mas si el sentido orienta a la razón, será entonces el querer, sujeto del amor.
Brota felizmente del cuerpo, el espíritu de los que aman, se esparcen sus almas por los infinitos espacios del universo. Se anclan en su materia los espíritus de los cuerpos de quienes solo aprenden a querer, su egocentrismo, no le permite explorar los vacios de su entorno. Se revelan en la mente los sentidos de los que se conmueven por amor, mas los que especulan por interés, doblegan sus impulsos a la razón. Realmente, en la existencia humana convive el amor y el querer, pues su canal es el cuerpo y su esencia el alma.
Reina el amor en el corazón de los pueblos felices, se cubren de querer en su soberana presencia. Su amor propio fortalece su identidad, haciendo valioso su carácter, enalteciendo entonces su estima. La estampa de estos pueblos, refleja armonía en el contexto que los define, y es ésta la razón que los aúna en una comunidad organizada, mientras que los egoístas con una visión miope solo logran ver desde sí los intereses que define su materia; a ellos les queda vivir como sociedad, especulando siempre entre sus vecindades. Llenos de felicidad entonces, los pueblos que se liberan del egocentrismo que le presenta su existencia material, y orientan su presencia al interés de su espíritu, ellos viven sobre los intereses de su cuerpo, mas es penosa la condena de los pueblos que viven bajo el interés de su materia.
Esto hace del amor, un argumento que no obedece a las reglas de la materia, pues su naturaleza es absolutamente diferente, mientras que por otro lado, quiere la lógica del cuerpo.
Negativamente ingenua es la idea de la astucia en el desamor, pues quienes imbécilmente engañan, no hacen más que esfumar en su vida, la posibilidad de gozar en el corto lapso que cuentan en su tiempo, de los beneficios que ofrece el amor. Mientras que más sufren por un desengaño, quienes más quieren. Pierden en esto los seres necios, que no logran distinguir en su existencia, los matices de los impulsos de su esencia.
Desde la crítica, se evidencia la estupidez del sistema modal del individualismo, cuando se acusa de cursi y vulgar a la nobleza y a la pureza del amor, siendo lógica ésta actitud en el imperio del ego. Cuando desde la posición del amor, tal incomprensión es motivo activador de acción, es una razón para la entrega, y entre medio, la sonsera de los híbridos, los tibios ingenuos e indiferentes a su propia existencia, que no suman, sino restan por incapaces y mediocres, pues no hacen más que ofertar la posición de la muerte que estanca a la vida.
Preferible es tropezarse con quien desconoce el amor, pero busca a la felicidad. Entonces, puede observarse que la novedad de la moda subyace de la trunca razón, pues solo insiste en querer, solo querer; siendo solo un mero gravamen que obedece a una imposición, entonces de tanto obedecer querer querer, pues ¿Qué queda para el ser…? Y; que se distinga que no es querer amar, ya que el amor no se quiere, el amor se siente. Esa falaz idea de querer amar, no es más que un engaño burdo que estampa algún modelo opresor por sobre la esencia humana, que pretende aplastar el sentido del ser que debe crecer en cada sujeto de una comunidad libre y soberana.
Tan suave como la seda es una palabra de amor, tan áspera como una lija es una palabra del querer. Normales se hacen las disputas entre pares por las competencias del querer, mientras no se moderen los reclamos, y no se subordinen al amor, entonces frustrados serán los sujetos a ésta posición. Mas si por, amor se quiere compartir una reflexión, entonces muy diferente será la evolución de los seres, ya que crecerán en sus componentes y por ello en su conjunto pues los lazos de la comunicación vinculan los afectos de su amor.
No existen los amores imposibles, pues su presencia solo depende de la voluntad de quien lo anhele. Ésta es una concepción profundamente contradictoria, que fuertemente evidencia un desprecio hacia la capacidad personal que tiene cada individuo para poder brindarse puramente hacia su prójimo, por más ajeno que lo pueda ver a su dominio. Muy probablemente la razón de ése sentimiento frustrado se asiente en alguna razón posesiva, que pretenda abordar con sentido de pertenencia a la persona que se quiere, y esto llama a la razón del querer, que tiene una naturaleza que se homologa en un sentido de convivencia pero que se diferencia fundamentalmente en la capacidad de entrega, y felicidad que funda los sentidos del amor.

“El amor a diferencia del querer, no es pan para el ego, ni trofeo para la vanidad de su dueño, simplemente representa la dimensión en la que se manifiesta la felicidad de su espíritu“

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