jueves, 30 de diciembre de 2010

Juventud Emergente

Como el agua que fluye sobre el suelo siguiendo su pendiente, dejando en su paso la memoria de un surco, el tiempo discurre sin retroceder, y a cada instante define la traza de su rumbo. Pero existen vértices en la historia que difícilmente pasan inadvertidos, son esos momentos en donde el capricho del destino de los pueblos rectifica su derrotero.

Así como ocurrió con Juan Domingo Perón hace más de 65 años en la Argentina, una vez más fue un hombre ese tenaz punto de inflexión que venció la inercia del destino, y quebró la dirección de la historia y fue su pueblo, el que encontró a su líder y lo acompaño en semejante proeza. Nuevamente, aquel 25 de mayo de 2003, se convertiría en el renacer de aquella revolución inconclusa que tuvo sus principios en 1945.

Néstor Kirchner, se comprometió a no dejar sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada, y ése gesto de coraje y confianza en sus principios, le permitió reflotar un país que transitaba por la crisis social e institucional más grande de toda su historia. Su valiente decisión de no negociar los intereses de la patria con los grupos corporativos, su grandeza y singular sencillez, fueron virtudes recibidas por millones de jóvenes que necesitaban comprender a la política como una herramienta de transformación, generaciones que necesitaban creer que la justicia social era realizable.

Las políticas liberales instaladas a partir de los gobiernos anticostitucionales del 76, y luego prolongada por los gobiernos democráticos que le siguieron, hasta alcanzar su máximo esplendor en la década de los 90’s, influenciaron e intentaron aleccionar a toda una franja generacional de jóvenes, menoscabando todo aquello relacionado con la política, produciéndose un quiebre cultural individualista. La diáspora social lograda gracias a estas intromisiones culturales, produjo una atomización social profunda, y como consecuencia de ello un sentimiento artificial de huerfanidad política, histórica y social, de desprotección y desesperanza.

Como semilla en suelo seco que espera la lluvia en el desierto, la juventud permaneció ensimismada, silenciosa, con una rebeldía contenida por la desorientación, pero que gradualmente fue hallando pistas detrás de cada privación que le presentara el destino. Fueron precisamente las últimas medidas desacertadas del gobierno Nacional del 2001, las que volvieron de provocar la rebeldía contra el sistema establecido, un modelo de injusticia e inequidad social, de recortes presupuestarios a Universidades, a Jubilados, de desempleo, de pueblos inviables, pobreza y marginación. Ese fue el punto de inflexión en donde miles de jóvenes que se manifestaron en las calles, comprendieron por la fuerza del rigor, que la política es una herramienta de interés colectivo, este fue el valle de la crisis socio política que sacudió fuertemente a toda una sociedad adormecida.

En éste escenario, el pueblo argentino se reencausó en la senda del proyecto nacional y popular, de justicia e inclusión, de independencia económica, de soberanía política, de justicia social, de integración cultural y de unidad latinoamericana. La juventud descubrió que aquellas banderas por las que miles de compañeros dieran hasta su vida, no eran una utopía, sino más bien una meta realizable. Volvió renacer así, como el tallo de la semilla recién regada, el verde de la juventud, y aquel rasgo individualista que instaló el mundo liberal en la cultura de nuestro pueblo, lentamente se desvaneció detrás de cada organización política que participó; la organización surge como reflejo de ésta participación, y se convierte en la amalgama de la integración social.

Por su carácter propio y natural, la juventud jamás debió apartarse de sus sentidos intrínsecos, pero la violencia y crueldad del proceso de desculturización y saqueo dejo heridas profundas que aún muestra cicatrices abiertas. La juventud llena de energía renovadora, es promotora de los progresos evolutivos sociales, hacedora de nuevas ideas, pues está despojada de complejos dogmáticos estatizantes, es y será siempre la que asuma el rol protagónico que su capacidad, conciencia y compromiso, les impulse a “ser”, por sobre la coyuntura de su existencia. Los tiempos de las sociedades que evolucionan hacia un próspero porvenir, demandan el compromiso social de los espíritus jóvenes que la conforman.

Éstas condiciones propias de quienes viven soñando con los ojos abiertos el futuro que construyen, son las que se fundan en la expresión del alma del pueblo que los contiene. Esta es la razón fundamental, por la que sin lugar a duda la revolución que se despierta después de cada agresión foránea, es cultural. Revolución propuesta a través de una filosofía de vida, simple, práctica y popular, profundamente cristiana y humanista, que no es sectaria ni excluyente, y que convoca a todas las voluntades de buena fe, a sumar esfuerzos para alcanzar la felicidad del pueblo, y a través de ella, la grandeza de la nación.

Los jóvenes estamos llamados a ser proyección futura, pero a la vez realización presente. El mundo, América del sur, Argentina, y Formosa nos exhortan a ser dueños de nuestra agenda generacional. Debemos descubrir las metas de los nuevos tiempos, reconociendo fundamentalmente el camino recorrido y las demandas de todo el conjunto. La sostenibilidad ambiental, la equidad social, la defensa de nuestros recursos naturales, especialmente el agua dulce y los alimentos, la producción y la optimización energética, la educación, la salud, física y mental, el trabajo, el multiculturalismo, y la defensa de los valores y principios que responden a los intereses propios de nuestros pueblos, son algunos de los temas que deben formar parte de esa agenda.

Afortunadamente, en Formosa las bases de ese futuro cercano, están sustentadas sobre un modelo inclusivo, que trabaja para definir una línea de vida por debajo de la cual no se encuentre ningún formoseño, viva donde viva. Un modelo simple y práctico, que se sostiene desde la regulación del trabajo, la seguridad social y la defensa de la familia, el acceso a la vivienda, a la educación, a la salud y a la provisión de servicios. Un modelo que avizora tangiblemente un desarrollo productivo diversificado y realizable, con disponibilidad de recursos hídricos, de una infraestructura vial acorde a las necesidades y un sistema distribución energética disponible. Un modelo que pone al hombre, varón y mujer, como centro de todas las acciones, un modelo revolucionario que ha transformado la historia de su pueblo, pero que a la vez ha custodiado, conservado y protegido sus matices y rasgos culturales.

Los jóvenes formoseños tenemos una gran responsabilidad generacional, pues sobre nuestras espaldas gravita la extraordinaria historia de un pueblo que desde abajo, desde el olvido, supo cuidar, querer y amar su terruño, que soñó en grande, y que así construyo. No podemos, ni debemos dar ni un solo paso atrás, estamos llamados a ser parte de la proyección de esa línea histórica de progreso y evolución. Y sin lugar a duda, ese es el camino que hemos decidido continuar, por nuestras herencias, por nosotros y por nuestros herederos.

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lunes, 4 de enero de 2010


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